Chamonix, Francia


Chamonix está situado en la parte occidental y septentrional de los Alpes, a 15 km de Suiza y  de Italia. El punto en el que se unen las tres fronteras se sitúa en la cumbre del Mont Dolent (3820 m).
El valle de Chamonix está dominado por el Mont Blanc, la cumbre más alta de Europa occidental con sus 4807 metros.

De origen glaciar, el valle está dominado por el macizo del Mont Blanc al sur y por el macizo de Aiguilles Rouges al norte y se extiende a lo largo de más de 17 km desde la cumbre del Col des Montets hasta el torrente de Taconnaz, sobre una superficie de 24.546 hectáreas. El centro de la ciudad está a 1035 metros de altitud. 
La población residente es de 10.109 habitantes. Las temporadas turísticas hacen variar esta cifra notablemente, ya que más de 100.000 personas entran al valle cada día durante el verano. La cifra es de unas 60.000 en invierno. 

La historia de esta localidad comienza cuando dos jóvenes aristócratas ingleses, William Windham y Richard Pocock, descubrieron el priorato de "Chamouni" en 1741, no dudaron que su relato sobre este pequeño pueblo de montaña y sus glaciares se extendería por toda Europa. Muy pronto, turistas pudientes, en su mayoría procedentes de Inglaterra, vinieron a admirar el misterioso Mar de Hielo (Mer de Glace), dando trabajo a cristaleros y cazadores que se convirtieron en sus guías.

El primer albergue abrió sus puertas en 1770, marcando el comienzo de un desarrollo paralelo de la hostelería y las ascensiones al macizo. La conquista del Mont Blanc por Jacques Balmat y Michel Gabriel Paccard en 1786 logró desvelar el misterio de las cimas que dominan el valle y forjó el destino de la pequeña aldea de montaña. La influencia ejercida por los escritos de los prerrománticos y los románticos también permitió atenuar la aprensión de los hombres ante las cumbres y consagró la montaña como la expresión de una naturaleza protegida. El primer hotel de lujo se construyó en 1816 y a él le siguieron tres verdaderos palacios que surgieron de los apacibles campos de avena y centeno del valle. El impulso del turismo de verano trajo consigo la creación de la Compañía de Guías en 1821 y la construcción del pequeño tren de Montenvers en 1908. 

Sin embargo, fue con la implantación de las infraestructuras terrestres y ferroviarias cuando Chamonix experimentó un verdadero impulso en términos de desarrollo. Bajo el reino de Napoleón III se construyó una carretera transitable entre Chamonix y Ginebra. El ferrocarril llegó a Chamonix en 1901. La apertura de la red ferroviaria sacó al valle del aislamiento y abrió la puerta a los deportes de invierno, cuyo precursor en la localidad fue el doctor Payot.

La consagración de Chamonix como cita invernal se materializó en 1924, con la organización de los primeros Juegos Olímpicos de invierno. Desde entonces, Chamonix ha conocido un desarrollo fulgurante con la construcción de numerosos remontes mecánicos, como los célebres teleféricos de los Glaciares y de Planpraz, seguidos de los de Brévent, el Aiguille du Midi y el de la Flégère. Hoy, convertida en ciudad y punto de paso privilegiado hacia Italia a través del túnel del Mont Blanc, Chamonix continúa con su desarrollo tratando de equilibrar el esplendor del turismo y el montañismo con la conservación de un entorno excepcional.  


Chamonix se ha desarrollado bajo la influencia del turismo y su crecimiento ha sido testigo de diversos periodos y corrientes arquitectónicas. Esta cualidad única dota a la ciudad de un patrimonio rico y diversificado, entre la tradición y la modernidad. Al caminar por sus paseos se descubren iglesias o capillas protestantes con varios siglos de antigüedad, hoteles y palacios de la "belle époque", fachadas de tipo "art déco", granjas tradicionales y espectaculares chalets que contrastan con las construcciones modernas. La ciudad está formada por varios estratos arquitectónicos que le confieren una originalidad y una variedad inclasificables para una localidad de montaña, por lo que no se debe olvidar alzar los ojos durante los paseos por el centro y las afueras de la ciudad. Descubrirá detalles sorprendentes. 

En cuanto a la gastronomía, Chamonix conserva la tradición de Saboya; una alimentación rústica a base de patatas, quesos y charcutería. Entre los platos que podrá degustar están los deliciosos gratinados saboyanos, fondues, raclettes, empanadas, tartaletas y otras variedades de queso, sin olvidar los famosos farçons: una especialidad a base de patatas ralladas, tocino, ciruelas pasas, pasas de corinto, nata y huevos. Además, el turismo ha permitido que la ciudad disfrute de una oferta culinaria muy diversificada. Se pueden descubrir cocinas procedentes de todo el mundo y restaurantes originales. 

RECUERDOS

La nieve, las montañas, el hotel, la ciudad, el río, las tiendas de productos típicos, ver ciervos....

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